Mitzah Bricard encarnaba todo lo que hasta el momento sólo había existido en la imaginación de Christian Dior: poses, gestos y actitudes además de un olfato de sabueso para detectar el buen gusto y la elegancia. Por eso la nombró su musa, y por eso la plantó en mitad de su taller para dejar que floreciera como el gran árbol de la inspiración
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